lunes, 2 de noviembre de 2009

La historia de Paco

La trabajada vida del vendedor de prensa. Un hombre entre una ‘montaña’ de papel.

Todo comenzó, como no podía ser de otra manera, con la Prensa. Habiendo sido su abuelo Antonio hombre de grandes responsabilidades del primitivo Periódico del Guadalete, su padre Paco jefe de reparto a suscriptores del Ayer y, por fin, su hermano Antonio repartidor del extinto periódico, el futuro de Paco niño parecía muy claro. Sería repartidor de periódicos, como su hermano Antonio. En ello se entregó con tan sólo los diez años, allá por los cincuenta.
Francisco Castro del Castillo (Jerez, 1946) fue el tercero de los hijos del matrimonio entre Paco y Ana. Tuvieron dos varones y dos hembras y vivieron durante largos años en el número 5 de la calle Puerto. Los primeros trabajos de reparto los hizo Paco a pie. Trescientos ejemplares bajo el brazo y de aquí para allá. No tuvo una bicicleta hasta tres años después, cuando heredó la de su padre Paco. Se impuso una disciplina: cada mañana estaba en pie a las cinco, cumplía con su trabajo para el Ayer, volvía a casa y, más tarde, al colegio Mundo Nuevo, en la calle Ventura Misa. Al hermano Maximiliano Félix debe mucho de lo que es. Trabajador incansable -prefiere que le llamen quiosquero -ha sido también presidente de la Asociación de vendedores de prensa de Jerez y Cádiz. Está casado con María Verano, que le ha dado dos hijos, Ana María y Paco.
- ¿Recuerda aquellas primeras rutas?
- Comenzaba el reparto en ‘Los madrileños’, junto al Salón Jerez, luego ‘La Vega’ antigua, San Francisco, la Corredera de cabo a rabo; el populoso bar de ‘El Bombo’, calle Caballeros, Pedro Alonso, a la casa donde vivía por entonces el alcalde Tomás García-Figueras;después atendía las suscripciones de la plaza de LasAngustias, donde estaban Radio Jerez, la antigua Sección Femenina y la sede de la Falange.
- Hasta que el negocio prosperó.
- Mi padre acabó levantando un quiosco. A los trece años me dijo: “Paco, ¡tú, al quiosco!” Y se pone a mi nombre con esa edad. Mi padre trabajaba para el Ayer y mi hermano Antonio lo hacía en Jerez Industrial, por lo que ni él ni Antonio podían regentar el negocio. En fin, entre todos sacábamos el negocio adelante. Llevaba también la distribución. Por entonces, tenía una bicicleta con serones para el reparto. Ya entonces teníamos suscripciones por toda la ciudad.
- ¿Su vida ha sido trabajo, trabajo y más trabajo?
- Es que yo disfruto trabajando. Mire usted: Mi mujer tuvo un hijo; me avisaron del hospital, pero no lo conocí hasta que esa noche no cerré el quiosco. Y lo hice socio del Xerez antes incluso de nacer.
-Sí, porque usted también es futbolero.
-Bueno, yo soy el socio número 75 del Xerez. Siempre decía que no me moriría sin ver al Xerez en Primera.
- Y María ha sido una santa.
- Es que sin ella, no soy nada. Nos casamos en 1972 y todavía sigue conmigo en el negocio. Si no hubiera sido por ella, habría dejado el quiosco. Hasta que se quedó pequeño...
-¿Cuántos quioscos hubo?
-El primero que montamos era octogonal, de madera; luego, otro de formica con cristales que diseñó José Ramón Fernández Lira. Pedro Pacheco, ya siendo alcalde, me dijo que lo tiraría si no lo cambiaba. En esas estábamos cuando cogí un importante pellizco en la quiniela y levanté un nuevo quiosco que proyectó Ramón González de la Peña. Ahora, una vez retirado de su lugar de siempre, mantenemos el negocio en el local cercano.
- En tanto tiempo, habrá sufrido situaciones comprometidas.
-Imagínese: muchísimos años desde las cuatro de la madrugada en planta hasta las diez u once de la noche los 365 días del año... He llegado a sufrir tres atracos de madrugada, dos de ellos cuando estaba dentro del mismo quiosco.
- Ha hablado de PedroPacheco. ¿Fue muy criticado por esa amistad?
- A mí no me importa. Pedro fue cliente mío. Iba siempre a ver a Isabel a la plaza de Los Ángeles, pasaba por el quiosco, me saludaba... Hasta que un buen día me dijo que se presentaría a alcalde y me comentó: ‘Te lo explicaré día a día’. Venía, me hablaba de Andalucía, de política... Siempre ha sido un gran amigo. Pero a mí, nunca me obligó a quitar el quiosco; fui yo quien lo hizo.
- Ese quiosco de la muralla llegó a ‘emblemático’.
- Bueno, por allí pasaron artistas, toreros, políticos... Yo creo que en el quiosco siempre hay que cumplir unas normas: lo primero, la amabilidad hacia el cliente. Luego hay que ser serio, comprometerte con tu clientela y cumplir. Yo remuevo cielo y tierra cuando un cliente me pide algo que no tengo. Trato de no defraudar nunca. Siempre leía el periódico y, en algunas ocasiones, mostraba la portada y enseñaba algunas páginas interiores de interés. Era otra forma de vender.
-¿Esto de la crisis también ha llegado al quiosco?
- Sí, naturalmente. Se ha notado. Y a pesar de que los que ahora disfrutan de un trabajo ganan lo mismo, existe algo de temor a gastar. Y el que no compraba un periódico, teme también gastar porque no sabe qué pasará el día siguiente.
Ahí sigue Paco, en su local de la muralla, día a día, contando y copilando montañas de periódicos y revistas, promociones y ejemplares de todo tipo, sin olvidar por supuesto los juegos de azar, ya casi tocando con los dedos su próxima jubilación. En sólo dos años, Paco ya no estará entre esa enorme ‘montaña’ de papel.


http://www.diariodejerez.es/article/jerez/553798/la/historia/paco.html

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